Sobre el infierno
El infierno es una realidad,
es tan real como la vida misma; pero no es Dios quien lo hace, aunque si sustenta
en el ser a los seres que lo provocan y en cierta manera lo hacen. Los ángeles
que se apartaron de Dios son criaturas espirituales, es decir de energía pura,
la energía es luz y la luz es fuego. El infierno está formado por los ángeles
malos que así como en la tierra hay lugares donde parece que la maldad es
endémica y la vida es un “infierno” así en el plano espiritual la maldad y el
odio a Dios de los seres excluidos por propia voluntad, del amor al Ser de
Seres, forman un entramado de dolor, horror, terror y lo peor de aquello que
puedan lograr, donde los seres que van allá participan en ello de varias formas
y maneras. No es algo de palabras ni formas ni decires, es la realidad de la
negación del Amor Infinito de Dios que quiere ser amado por los seres
espirituales que hizo libres. Y por los cuales dio su vida y sufrió la tortura
de la cruz. Dios hizo por nosotros, todo lo posible para que nos salváramos de
ese infinito horror; es el hombre que se condena a sí mismo al negarle al Amor su
amor.
El infierno es eterno, es
decir sin fin, durará para siempre, sin tregua y sin esperanza. La Biblia, todos
los grandes teólogos católicos, el magisterio de la Iglesia, el catecismo de la
Iglesia católica, así como las visiones de los santos, lo confirman y declaran
de manera explícita. Veamos la visión que Santa Faustina Kowalska tuvo de esa realidad,
narrada por ella misma:
Hoy, relata Sor Faustina,
he estado en los abismos del infierno, conducida por un ángel. Es un lugar de
tormentos, ¡qué espantosamente grande es su extensión! Los tipos de tormentos
que he visto: el primer tormento que constituye el infierno, es la pérdida de
Dios; el segundo, el continuo remordimiento de conciencia; el tercero, que aquel
destino no cambiará jamás; el cuarto tormento, es el fuego que penetra al alma,
es un tormento terrible, un fuego puramente espiritual, incendiado por la
indignación divina; el quinto tormento, es la oscuridad permanente, un horrible
y sofocante olor; y a pesar de la oscuridad los demonios y las almas condenadas
se ven mutuamente y ven todos el mal de los demás y el suyo; el sexto tormento,
es la compañía continua de Satanás; el séptimo tormento, es una desesperación
tremenda, el odio a Dios, las imprecaciones, las maldiciones, las blasfemias.
Estos son los tormentos que todos los condenados padecen juntos, pero hay
tormentos particulares, que son los tormentos de los sentidos. Que el pecador
lo sepa: con el sentido que peca, con ese será atormentado por toda la
eternidad. Lo escribo por orden de Dios para que ningún alma se excuse diciendo
que el infierno no existe o que nadie estuvo allí, ni sabe cómo es. Yo, Sor
Faustina, doy testimonio de que el infierno existe y que la mayor parte de las
almas, que allí están, son las que no creían que el infierno existiera”. Y Sor
Faustina concluye: Cuando volví en mí no pude reponerme del espanto: qué
terriblemente sufren allí las almas. Por eso ruego con ardor por la conversión
de los pecadores e invoco incesantemente la misericordia de Dios para ellos. Oh
Jesús mío, prefiero agonizar en los más grandes tormentos, que ofenderte con el
menor pecado".
En Fatima los tres niños vieron el infierno y Lucia, la mayor, lo relata de la siguiente manera: "Al decir estas palabras, abrió de nuevo las manos como en los dos meses anteriores. El reflejo (de luz que ellas irradiaban) parecía penetrar en la tierra y vimos un como mar de fuego y, sumergidos en ese fuego, a los demonios y las almas como si fueran brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que fluctuaban - en el incendio llevadas por las llamas que salían de ellas mismas juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados - semejante a la caída de pavesas en los grandes incendios - pero sin peso ni equilibrio, entre gritos y lamentos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros tizones en brasa"
En Fatima los tres niños vieron el infierno y Lucia, la mayor, lo relata de la siguiente manera: "Al decir estas palabras, abrió de nuevo las manos como en los dos meses anteriores. El reflejo (de luz que ellas irradiaban) parecía penetrar en la tierra y vimos un como mar de fuego y, sumergidos en ese fuego, a los demonios y las almas como si fueran brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que fluctuaban - en el incendio llevadas por las llamas que salían de ellas mismas juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados - semejante a la caída de pavesas en los grandes incendios - pero sin peso ni equilibrio, entre gritos y lamentos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros tizones en brasa"
La terrible realidad debe
ser dicha, redicha y bien explicada para que no quepa duda de su existencia
real; pero a la vez es necesario recalcar la misericordia de Dios que no quiere
que ninguna de sus hijos padezca y pueda caer en ese infinito mal.
Dios quiere la salvación de
todos y de cada uno; por eso existe la confesión que perdona los pecados
mortales; la eucaristía que ayuda a no
pecar más; la misericordia de la comunión de los nueve primeros viernes, dicha
por Jesús a Sta Margarita Maria Alacoque en Paray-le-Monial (Francia en el siglo XVII),
que concederá la gracia de la salvación
a quienes la cumplan; la comunión de los cinco primeros sábados que María, madre de
Jesús y madre nuestra, enseñó a los videntes de Fátima, con la promesa de
asistencia, por lo menos en la hora de la muerte, a quienes la cumplan aunque
sea una vez. También en los últimos tiempos la inmensa gracia dicha a sor María Consolata Bertrone, de la frase: “Jesús María os amo, salvad
a las almas”(1).Y muchas formas y maneras de salvarse del infierno uno mismo e
inclusive de salvar a los demás. Así, también, la promesa de las tres ave marias:
"La virgen prometió a Santa Matilde y a otros santos que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte, presentándose a esa persona en su hora final con el brillo de una belleza tal que el solo verla lo consolaría y le comunicaría las alegrías del cielo.(2)"
"La virgen prometió a Santa Matilde y a otros santos que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte, presentándose a esa persona en su hora final con el brillo de una belleza tal que el solo verla lo consolaría y le comunicaría las alegrías del cielo.(2)"
No dudemos de la fuerza que
tienen todas estas promesas; son reales y válidas y, al aprobar la iglesia las
apariciones, por lo menos las de Paray-le-Monial y las de Fátima y de canonizar
o beatificar a las videntes, confirma su aceptación de las promesas, con carácter
de creencia a nivel personal.(3)
(1) Ver en este Blog, lo referente
a la promesa a Sor María Consolata Bertrone. (Entrada 00.18).
(2) Haciendo "clip" con el botón izquierdo del ratón sobre su nombre, se puede completar la información relativa a estas Santas.
(3) http://www.corazones.org/diccionario/infierno.htm
(2) Haciendo "clip" con el botón izquierdo del ratón sobre su nombre, se puede completar la información relativa a estas Santas.
(3) http://www.corazones.org/diccionario/infierno.htm
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