LA
RESURRECCIÓN DE JESÚS
“Al
tercer día resucitó” (I Corintios 15:4) No a los tres días, sino al tercer día;
no es lo mismo, pues no se trata de una cuestión de tiempo sino de
lugar: el primer día al morir son las tres de la tarde del día
viernes y al resucitar lo hace el día domingo (primero después
del sabat judío) en la madrugada. Es, efectivamente, el tercer día:
viernes, sábado y domingo.
Resucitar
es volver a vivir después de haber muerto. Y queda muy claro que Él
murió: la lanzada en el corazón de donde brotó sangre y agua lo
confirma.
Pero
lo importante de la resurrección no es eso, sino varios hechos
adscritos al suceso: a) Vencer a la muerte. b) Volver a vivir por su
propio poder. c) La necesidad de la resurrección como confirmación
y culmen de la redención.
A)
Vencer a la muerte, es vivir después de esta vida; continuar siendo;
existir en otra dimensión. Nosotros somos seres de eternidad,
nuestra percepción de nosotros mismos no terminará nunca más; es
decir, tendremos conciencia de que somos y estamos sea cual sea el
lugar a donde iremos. Así que lo creamos o no, somos inmortales en
el espíritu y luego nuestro cuerpo volverá a envolvernos,
trasfigurado, en la dimensión de la eternidad. Este es el primer
mensaje de la resurrección: “Quiero que tengáis vida y la tengáis
en abundancia” (Juan 10, 1, 10)
“El
que crea en Mí, aunque haya muerto vivirá” (Juan 11:25)
“En
la casa de mi Padre hay muchas habitaciones, si así no fuera os lo
hubiera dicho”(Juan 14:2)
“Voy
a prepararos una habitación”(Juan 14:2)
“Allí
donde yo voy vendréis también vosotros”(Juan 14:3)
Pero:
“Nadie va al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Estas
y muchas otras afirmaciones que no se encuentran, tan explicitas y
directamente dichas, en ninguna otra parte, fuera de los evangelios;
son las constantes verdaderas de una realidad que nos está
esperando. Y, como argumento lógico, no científico, si Jesús
hubiera mentido en todos estos asertos: ¿cómo habría sido posible
mantener estas mentiras casi por dos mil años? Y, más aún, la
cantidad de personas, veraces, santas, eruditas o de una confianza
máxima que han creído y confirmado la certeza de esas afirmaciones,
acrecienta y justifica la confianza en su verdad.
B)
El resucitar no es una cosa fácil de conseguir cuando se muere
crucificado y para remate se le clava una lanza en el corazón de
donde “brota sangre y agua” (Juan 19:34). O se resucita por una
fuerza externa, ajena a él o el ser se resucita a sí mismo con su
propia potencia de ser; en este último caso sólo Dios posee ese
inmenso poder. Pareciera que no tuviera importancia este hecho, pero
la constante negación de la realidad de este suceso, conlleva una
afirmación de hecho extraordinario, difícil de creer para un no
cristiano o quien se niega a aceptar las realidades del cristianismo
como verdades incuestionables. La verdadera situación del hombre
sobre este mundo, está relacionada con la pasión, muerte y
resurrección de Jesús, hijo de Dios, segunda Persona de la Trinidad
que es Dios y Emmanuel: Dios con nosotros. Somos seres creados para
la eternidad; es nuestro destino y verdad ontológica; quien quiera
negarla es su libertad; pero tarde o temprano se enfrentará a las
consecuencias de su negación. No hay pruebas científicas, tan caras
al mundo actual, pero una prueba científica no tiene mayor
credibilidad que la referencia de los evangelios y la multitud de
testigos de entonces, antes y ahora que han vivenciado esa realidad
perenne. ¿Cómo dudar de la realidad de lo trascendente, cuando
miles de personas han muerto y resucitado, más actualmente, hablando
de la realidad vivida en el más allá? Dudar es simplemente forzar
la inteligencia para que niegue tácitamente lo que no puede
entender. Y eso es racionalismo, barato y simplista. Es poner la
inteligencia humana más allá de lo que su potencia de ser le
permite ser e interpretar.
C)
La resurrección de Jesús era necesaria para mostrar su dimensión
de Dios. También para determinar el futuro de cada uno de nosotros,
dadas las múltiples veces que nos habló de nuestra vida después de
esta vida y finalmente para elucidar la “forma y situación” de
nuestro cuerpo una vez resucitados. El se presenta en lugares
cerrados sin abrir puertas, come y bebe, pero puede trasladarse y
desaparecer sin dejar rastro; asciende en el aire, es decir “vuela”,
desafía la gravedad y hace cosas que no están al alcance de nuestro
cuerpo en esta dimensión, salvo casos especiales. El cuerpo
resucitado tiene otro “nivel” de materialidad diferente al que
nosotros tenemos en el mundo; pero a la vez no deja de ser materia y
poseer todos los atributos, perfeccionados, de lo humano. Podrá
vivir por siempre, es decir eterno, existirá en otra dimensión que
aún no conocemos, unos para ser felices, otros para no serlo jamás.San Pablo lo expresa de una forma contundente: "si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe" (I Corintios 15:14)
Así
ha sido, así es y así será.
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