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Todas las fotos de este blog son propiedad y fueron hechas por Jorge Eduardo Lastra Nedwetzki y algunas,de la portada, por Arturo Guillermo Lastra Nedwetzki; menos la del crucifijo a la izquierda y la de Sor María Consolata en la entrada 018.

martes, 1 de noviembre de 2022

00.20 ACCENDE LUMEN SENSIBUS





ACCENDE LUMEN SENSIBUS


La eucaristía es el alimento del cristiano católico; pero ¿cómo, aparte de su “ex opere operato”, cómo “llegar”, “hacer sentir” la presencia de Jesucristo en la eucaristía cuando se celebra la Misa? Se intenta, se dice y se predica sobre el respecto, la posición, la atención etc. cuando se celebra la misa. Se insiste en la reverencia hacia la ceremonia formal de la liturgia de la eucaristía; pero ¿qué siente, ve y percibe la mayoría de la personas cuando asisten a la Misa? ¿Ve a Dios? ¿Percibe a Jesús? o ¿Sólo una ceremonia formal, repetitiva, donde se levanta una hostia blanca que es un pedazo de pan plano,  muy delgado y una copa que contiene vino y una gota de agua? La fe que nos haría ver a Jesús en ello ¿hasta que punto la tienen las personas que van a Misa? Jesús está ahí, totalmente cierto. Pero cuantos tienen acceso al sentimiento verdadero profundo y vivencial de Él. ¿Es entonces una cuestión personal, una inclinación o donación del Espíritu Santo a cada uno o una ceremonia comunitaria de unión de las personas que acuden a una celebración litúrgica? De hecho es ambas cosas, pero ¿cómo realizar la unión sino en Jesucristo, por Él y en Él? No se realiza automáticamente al estar reunidas unas personas para cualquier evento social. Se realiza: Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mt 18,20) Pero, si bien Jesucristo está, ¿a cuantos llega la luz del Espíritu Santo en ese momento, para hacerles sentir su presencia? Y sin esa percepción ¿qué se les pide a muchos de las personas asistentes a la celebración? ¿Una posición formal? ¿Una atención simulada? o ¿al menos una actitud seria y digna? Si, esto último por lo menos. Pero el calor del sentimiento verdadero, la renovación del afecto, de la riqueza vital, del amor y el cariño de Dios hacia nosotros ¿dónde queda? Jesús se retiraba siempre para orar y renovar todo eso, porque sabía que era necesario; y nosotros ¿cómo nos llenaremos de Él, si sólo percibimos y vivimos en la eucaristía, una ceremonia formal o un acto de una comunidad social vacío de la dimensión de Dios? Aquí está el problema; pero ¿cómo hacer “sentir” la presencia de Jesús en la celebración de la Misa?

 

2 comentarios:

  1. Haces demasiadas preguntas y son preguntas que no tienen respuesta. Aquello que habla el alma con Dios queda entre Dios y el alma.

    Me has recordado a mí cuando tenía dieciocho y veinte años y me preguntaba por todos esos asuntos que mencionas y miles más. Y preguntarse por tales asuntos sólo produce distracción en la mente de lo que verdaderamente importa.

    Decía San Ignacio de Loyola: Quiero en todo instante solo en Ti pensar, Tú eres mi tesoro, Tú eres mi alegría, Tú eres vida mía, yo Te quiero amar. Y es así de sencillo. Y, como también decía San Ignacio: desear tener deseos.

    El sacerdote tiene que sentir a Dios, estar en comunión con Él. Los demás somos quienes tenemos que sentir a Dios, estar en comunión con Él. No existe ningún cómo para el Hombre.

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  2. Bueno, creo que has interpretado subjetivamente el artículo, la intención no es hacer preguntas sobre lo que Es, sino llamar la atención acerca de la "aproximación" de una multitud de fieles que no perciben en las ceremonias litúrgicas, sino la cuestión formal. Y la inquietud es sobre la necesidad que tenemos de abrir el ser hacia la dimensión más alta que tenemos. No sé cómo sean las celebraciones litúrgicas en donde vives; pero en Venezuela, donde resido, la mayoría de las personas que van a la iglesia no les importa mucho la compresión o la "participación activa" en la ceremonia, sino que es un hábito, una costumbre o simplemente una obligación. La captación de la realidad que se celebra está lejos de su mente, en la mayoría de los casos. Son cristianos por el bautismo, pero mezclando su cristianismo y matizándolo con miles de supersticiones, intereses y hábitos mundanos y paganos.

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