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La fecha del año en las entradas ha sido modificada.

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Todas las fotos de este blog son propiedad y fueron hechas por Jorge Eduardo Lastra Nedwetzki y algunas,de la portada, por Arturo Guillermo Lastra Nedwetzki; menos la del crucifijo a la izquierda y la de Sor María Consolata en la entrada 018.

lunes, 10 de abril de 2023

00.31 SOBRE LA NEGACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS.










SOBRE LA NEGACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS



Acabo de leer en un diario de Vigo un articulo sobre las religiones y la existencia de Dios. El autor, de cuyo nombre no me acuerdo ni quiero acordarme, emplea el “sutil” argumento de las “barbaries” de las diferentes religiones, sobre todo de las monoteístas, para negar escuetamente toda credibilidad de la trascendencia y existencia de un Ser que creó, rige y juzga a los seres humanos. El argumento es tan ramplón, superficial e insulso que da pena ver a un escritor emitir un juicio de valor sobre todos los siglos de pensadores, santos, ascetas, Dios entre nosotros (Emmanuel) y paremos de contar que han vivido, saboreado e infundido en la humanidad la dinámica de vida que continúa después del “aquí”. Son tantos y tantas las situaciones, vivencias, informaciones y milagros que “suenan” y se vivencia en la larga historia de las religiones que negarlas por el comportamiento inicuo de algunos dentro de las estructuras religiosas y omitir todo el bien, cáritas, esfuerzos de superación, realidad de grandes hombres y mujeres que transitaron esos caminos y han contribuido a hacer mejores a los hombres y a la humanidad en general; es, cuando menos, de gente sin muchas luces de información o de interés espurios y ramplones, el echar tierra y ensuciar las grandes obras materiales y, sobre todo, no materiales, que han jalonado la inmensa historia de las religiones y de multitud de hombres y mujeres que las siguieron, engrandecieron y fueron ejemplo de vida y obras contadas entre lo mejor de la humanidad.

Me siento vejado por la inconsistencia de unas afirmaciones tan superficiales que dañan la legitimidad, honestidad y credibilidad, de la persona y del diario que las pública.

Dios es un ser real, más real que cada uno de nosotros: “En Él vivimos, nos movemos y existimos” dice San Pablo y aquel que tenga un poco de inteligencia, curiosidad por la verdad y ganas de saber, no puede menos de indagar en las fuentes que llevan a las religiones a afirmar su existencia.

La defensa de la VERDAD es necesaria, legítima y resuelve no pocos problemas de los hombres. Necesitamos la dimensión de la Divinidad para poder crecer, vivir y desarrollar lo mejor que poseemos y somos. Sin eso no hay salida y la humanidad entrará en un abismo de mal del que sólo se saldrá con millones de muertos, destrucción y cataclismos inimaginables. 

 

sábado, 8 de abril de 2023

00.30 EL OFICIO DE SER.










EL OFICIO DE SER



Soy, no lo quise y ahora lo quiero tan intensamente que el morir, el pensar en no ser, me asusta, me llena de miedos y me destruye. Pero como sé que morir no es desaparecer sino transcender, mi espíritu haya en esta seguridad su calma. No, no desapareceré y agradecido a quien me lo ha hecho saber, recorro sus caminos buscando el anhelado lugar donde sea para siempre en la felicidad de lo hallado eterno. Hay de mí si así no fuera: después de tanto vivir, de la intensidad de las experiencias vividas; del encuentro conmigo mismo y de la experiencia de lo divino en mí. Después de todo lo sentido, deseado y amado, si no sigue, no tendría sentido lo que ha sucedido en mí y a mi alrededor. Por eso soy y quiero seguir siendo para siempre, con la plenitud prometida y sin futuro incierto sino en un continuo presente en la dimensión de QUIEN ES POR SI MISMO Y SIEMPRE FUE Y SIEMPRE ES SIN VARIACIÓN. Soy y el asombro de ser me llega de todos lados, porque soy y no el otro, sino en mí; el otro es ajeno a mí, pero cercano cuando lo “encuentro” definido en la misma dimensión por donde camino. Soy en este tiempo, lugar y estado de ser. No soy inconsciente de mi mismo, sino que: SE QUE SOY Y NADIE ES POR MÍ NI EN MÍ Y, SALVO DIOS, NADIE HABITA EN MI SER SINO MI ENTIDAD QUE PERCIBO Y NO COMPRENDO COMO ESTÁ FORMADA. Misterio de misterios el llamado “YO” determinación en el ser que esconde identidad de vida consciente para el ser que la “habita”. Cuando me “asomo” y trato de “penetrarlo” se esfuma y no se deja discernir; pero soy porque ahí, en él, estoy determinado en SER. Y no lo pedí, no lo deseé, pero aquí estoy siendo “YO”.

Pero, mi ser, no se realiza en si mismo, cuando sólo se contempla a sí mismo, se muere. Es en la dimensión de lo “OTRO” que se explaya, crece y vive. En lo "OTRO" logra su realización, su crecimiento y su vivir. El gran “OTRO”, más íntimo a mí mismo que yo, es el SER que siempre ES y siempre HA SIDO y cuando Él se “deja ver”, “sentir” o “percibir”, mi ser se expande completo en su dimensión. Pero cuando vivo la vida de todos los días, mi ser crece en la dimensión, pequeña o grande, buena, regular o mala que los otros humanos me trasmiten y eso cierra o abre puertas nuevas a mi dimensión en el ser. El OTRO, los otros y lo otro, la dimensión de lo material, es aquello donde mi ser se realiza, pues no basta con ser tiene que ser actualizado, realizado y determinado libremente, al contacto con todo lo “otro”. Sin lo “otro” mi ser está reducido a sí mismo y ello lo cierra y lo aniquila. El contacto, la penetración de lo “otro” es la tierra, el sol y el agua que le permiten crecer, florecer y desarrollarse.
Si, mi ser es en mí mismo, pero sólo logra la plenitud de ser, en la medida que ama, se da y realiza en lo “OTRO”. 

 

viernes, 7 de abril de 2023

00.29 LA RELATIVIDAD EN EL SER HUMANO.








LA RELATIVIDAD EN EL SER HUMANO


Cuando hablamos de La Verdad, no hablamos de "nuestra verdad". Hay una enorme diferencia entre la verdad del Ser y la captación de lo verdadero en cada uno de nosotros. La verdad en El SER se da siempre cuando algo sucede o ES; pero que esté la Verdad no implica que nosotros la podamos conocer en su dimensión total. Para dar un ejemplo simple: supongamos que dos personas están en dos aceras opuestas de una calle en un mismo punto, en el momento donde ocurre un accidente automovilístico, ambos están mirando a la calle por donde pasa los vehículos; ¿cuándo el accidente ocurre será su visión del mismo igual? No, cada uno tendrá una “visión” es decir imagen de lo que ocurrió. El accidente en su dimensión de hecho real y completo no es posible captarla en su totalidad de ser. Son tantas y variadas la sensaciones y hechos que ocurren que para nosotros no es posible determinarlas en la pobre imagen de lo que percibimos por nuestros sentidos. Si esto ocurre en una cosa tan simple, ¿cómo será en la dimensión total del ser o de los seres? La necesidad de la aceptación de nuestra contingencia es requisito indispensable para poder ponernos en contacto con la Verdad. Nadie, salvo Dios, tiene la exclusiva de la Verdad total en ningún hecho o acontecer de lo que ocurre y esto a nivel material y dentro de los parámetros de nuestra dimensión humana. Por eso, querer imponer nuestra visión del mundo de manera categórica a los demás, fracasa y fracasará siempre. Lo que podemos es participar a los otros nuestra visión de la realidad o realidades que nos ha tocado vivir; pero nunca afirmar enfáticamente que nuestra visión es la realidad absoluta y total, pues no somos seres absolutos, muy al contrario, tenemos una inmensa limitación en el conocer. Aún así, la dimensión de nuestro conocimiento, es, asombrosamente, enorme; pero su concordancia con la realidad es limitada en cantidad, calidad y profundidad. ¿Luego la VERDAD es limitada? No, la Verdad de lo que ES no es limitada: ES; pero nuestra captación individual de ella es limitada y de acuerdo a variables personales inmensas y múltiples. Lo que Es, es totalidad de ser en sí mismo y esta totalidad es SU VERDAD, que ella no esté al alcance de nuestro conocimiento, es una cosa: es lo que ella sea para nuestro entendimiento; pero otra muy distinta que sea relativa en su dimensión de ser o hecho acontecido. No hay que atribuir relativismo a la VERDAD, sino a la captación de esa verdad en cada uno de nosotros. A la vez, afirmar el relativismo con respecto a la VERDAD, no es válido en cuanto a ella misma, sino que nuestro conocimiento de ella no es total, osea, es parcial,  diferente en cada individuo que tiene contacto con el fenómeno o realidad que se presenta a nosotros. La semejanza en nuestro interior de aquello percibido e "iluminado" por la inteligencia (especies inteligibles, diría Sto Tomás) es la dimensión verdadera de nuestro intelecto y ello conlleva el hecho de podernos entender sobre la mayoría de las cosas. Pero la diferencia entre lo verdadero de los seres y la percepción de esa realidad en nosotros, dada nuestra limitación en el conocer, está parcializada, aunque entendible, en cada uno.   También, negar la "validez" de nuestras "captaciones" del ser, sólo es posible si nosotros no somos realmente fieles a lo visto, oído o sentido de una determinada realidad. En esto está la mentira no en el ser de lo sucedido. La negación de la metafísica como pensamiento del ser en sí, es la causa de ésta problemática en el pensamiento moderno.


jueves, 6 de abril de 2023

00.28 LA DIMENSIÓN DIVINA.








LA DIMENSIÓN DIVINA


Nosotros los humanos, no entendemos la dimensión de Dios. Está tan fuera de nuestra capacidad de entender que no nos molestamos en encontrar aquello donde Él reside. Para la mayoría de nosotros la dimensión de Dios infinito, se reduce a la o las ideas que materialmente nos hacemos de Él. Sin embargo: “El firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19; 1-4). Algo de la dimensión de Él es asequible a través del razonamiento común, pero la necedad o la vida mundana de muchos, sin más interés que ella misma, impide entrar en el “lugar” donde la Verdad reside.
Dios es infinito, es decir, no tiene medida, sólo ES. Pero es el que ES por sí mismo, sin nada antes y desde siempre. ¡Él o la nada!
La problemática, para nosotros, de este aserto, es que todo y todos dependemos de Él. Por Él somos: “en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17: 28) y esto no sólo no es aceptado, sino que es execrado de nuestro pensamiento y realidad, tanto de pensamiento como de acción. NO queremos ser ni aceptar la realidad de lo que ello significa, pues nos parece una privación de algo que queremos tener y al aceptarlo se nos niega: la libertad absoluta que creemos o queremos poseer. Tenemos libertad,; pero no absoluta, pues no somos seres absolutos, sino limitados en nuestra dimensión de ser. Y esto es otra de las trabas a la aceptación de la dimensión de Dios. Queremos ser absolutos y no lo somos. Nuestra realidad de ser es limitada, pero con todo y ser enorme, no nos satisface y queremos hacer “lo que nos venga en gana” y eso no es posible sin destruir o apartarse de la dimensión de quien ES. Aquí comienza lo que se define como “pecado de soberbia” no queremos ser lo que la sabiduría infinita nos ha gratuitamente dado. Queremos ser más de lo que nuestra potencia de ser nos permite ser. El mundo que hemos construido está hecho a nuestro modo y dimensión, donde el mal penetra y altera la realidad de lo que hacemos. Ese mal, ajenidad a la dimensión de Dios, nos lleva a negar las verdaderas formas donde la dimensión Infinita quiere que vivamos. No por capricho, sino porque es en esas formas donde la realización de nuestro ser lograría su plenitud. Aceptar esto conlleva la negación de tantos hábitos, usos y costumbres que no queremos cambiar y, a la vez, cambiarnos.
Dios es todo en todo, pero no es lo creado por Él, sin serle ajeno. No fácil de captar por nosotros, pero realidad en el ser. Es decir, nada es fuera de El y todo es por Él y para Él y esto nos parece un especie de dictadura donde no queremos estar.
Debemos y tenemos que vivir de acuerdo a los diez mandamientos y a su resumen “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y más importante. Pero hay otro semejante a éste. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley se fundamenta en estos dos Mandamientos” (Mt.22,36.38).
La dificultad de seguir estos mandatos es tal que no queremos o no nos interesa seguirlos ya que vamos contra la esencia de aquello que la sociedad, “el mundo del hombre” nos pide.
Los que lo siguen son despreciados, temidos u odiados y se les tiene por seres extraños y ajenos a la realidad que se vive.


miércoles, 5 de abril de 2023

00.27 EL CRISTIANISMO







El cristianismo es religión de VERDAD, de REALIDAD y de VIDA. Tiene la impronta de Dios y será preservada por Él hasta el final de los tiempos.

Ahora bien, ser cristiano es una elección, ayudada por la fe; otra cosa es la doctrina cristiana donde la profundidad, el alcance y la infinitud, nos depasa de manera infinita. El cristiano vive de la fe, pero cada cristiano asume la fe a su “manera” de acuerdo a su respuesta a la gracia que Dios le concede; es decir en la medida, la profundidad y el carisma que le da el Espíritu Santo. Esto es susceptible de mayor o menor profundización, en una escala sólo conocida por Dios y que “marca” la dinámica de vida interior y espiritual de cada uno. El cristianismo es a la vez una religión personal y comunicacional o comunitaria, en la medida de la aprehensión, mayor o menor, de la realidad de Dios y de la vivencia interna de su AMOR. Cuando se vive en la dimensión de Dios, en el “REINO DE DIOS” la perfección del amor se manifiesta en el amor a los “próximos”, a los pobres, los oprimidos, los necesitados, los enfermos y hacia todos y todas las personas, pues ninguno de nosotros escapa a la necesidad, el dolor, la carencia de afecto y la muerte del cuerpo, cuando no del espíritu, por la lejanía voluntaria de la dimensión que Dios nos otorga y quiere que vivamos. Somos los pobres de Dios y necesitamos de Él a cada instante de nuestra vida, aunque creamos ser ricos en cosas y no necesitar de su ayuda (la Gracia).

La dimensión del Ser que ES, es tal que solamente mediante el amor la penetramos. Podemos comprender con la inteligencia racional e incluso con ciertas intuiciones, la grandeza de su realidad; pero es amando en verdad, que podemos tener una visión más propia y profunda de Él. El cristianismo enseña como es Dios, evidentemente no en su realidad total de SER, lo cual es imposible para cualquier criatura, sino en las realidades que Él quiera mostrarnos; y así hacernos entender una pequeña parte de lo que Él ES. El infinito se vuelve compañía y viviremos en Él, por ÉL y para Él, por toda la eternidad, si seguimos su camino: “Yo soy el camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6-14) “El que crea en mí aunque haya muerto vivirá” (Jn 11, 25).

El cristiano vive en la fe, por la fe y para Dios; pero no es una fe sin fundamentos reales, si así fuera no serviría, como no sirven todas las dimensiones de una religión que estén fundamentadas en criterios humanos, debidos a las “creaciones racionales” de seres poseídos de si mismos, de su potencia de ser, de su superioridad racional y tantos otras definiciones de vida que pretenden excluir la fuente de donde todo surgió y que “riega” con su fuerza nuestra permanencia en el ser. La fe cristiana es fe de origen divino, “nadie va (llega) al padre sino por Mí” (Jn 14, 6). Nuestra fe ha sido probada en las más duras condiciones posibles, no la mía personal, la fe cristiana en general y de estas pruebas ha salido, como el oro del crisol, depurada y lo seguirá siendo hasta que el tiempo se haya cumplido y vivamos todos y cada uno en la dimensión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

No hay pruebas científicas concluyentes de la realidad de la trascendencia humana y menos de la existencia de las verdades que las religiones, principalmente la cristiana, evidencia. Por dos causas:

  1. La fe, la creencia en Dios, supone la aceptación de nuestra contingencia que es la gran verdad negada.
  2. Las corrientes de pensamiento racionalista, marxista, cientificistas, hedonista, etc. han creado una manera de pensar del aquí y ahora tremendamente dominantes en la realidad actual de las sociedades y las personas.

Pero cuando existe en algunos hombres, en realidad muchos, la potencia de reflexión suficiente para llegar y vivir en la verdad de lo que es, se puede sentir, ver y pensar en aquello que depasa ciertamente la racionalidad excluyente y rampante en la cual nos han incrustado.

Somos los presentes, los de ahora, los que estamos en la realidad de este tiempo viviendo en la dimensión de la tierra, los que, personalmente, hacemos el camino hacia la realidad del Padre, unos lo lograrán, otros no; más tarde, cuando mi tiempo pase y el tiempo de muchos de ahora, también haya pasado, como ya ha fenecido los tiempos de las personas que nacieron a mediados o casi finales del siglo XIX. Cuando se nos acaben, que acabarán, los segundos de presente que ahora tenemos y los cuales no vuelven. Cuando ya no existamos en esta dimensión: ¿Quién dirá, verdaderamente donde estamos? Según unos, en ninguna parte; según otros no importará; pero según los cristianos nos esperan una de las tres dimensiones: el purgatorio, el cielo o, desgraciadamente, el averno. La primera transitoria, pero las otras dos eternas. ¿Seremos conscientes de la realidad donde estemos? Negarlo se puede negar mientras estemos aquí; pero ¿por qué tener la dimensión que poseemos, si no tenemos vida después de esta vida? Si morimos y desaparecemos somos sólo animales; pero si así fuera ¿cómo se justifica la diferencia entre nosotros y los grandes simios con los cuales compartimos un 98%, más o menos, de nuestro código genético? La diferencia en los pensamientos, obras y deseos entre ellos y nosotros es inmensa, ¿justifica ese 2% tal diferencia? No hay algo de otra dimensión en nosotros que pueda evidenciar, racionalmente, esta distancia? Es fácil hablar, establecer raciocinios más o menos claros, para justificar la no existencia de la parte espiritual en nosotros; pero es demasiado infantil el negar la inmensa evidencia que nos muestra como seres que compartimos otra dimensión de realidad distinta a la material. Veamos algunas de ellas:



  1. Las ideas abstractas conceptuales.
  2. Las ideas científicas válidas en general.
  3. Las dimensiones místicas de muchos seres humanas a través de la historia.
  4. Las manifestaciones de milagros y hechos sobrenaturales investigados, en muchos casos, por los científicos que no tienen solución racional lógica.
  5. Las miles de evidencias de vida después de la vida.

Y muchas otras evidencias que no aceptamos y negamos, la mayoría de la veces gratuitamente.



Hay un “mundo” del pensamiento que rechaza la trascendencia humana gratuitamente y ese “mundo” ataca a cualquier religión, más a la cristiana, por decir que la trascendencia humana es un hecho y negarla no conduce sino a la destrucción de los hombres; pero a ellos no les importa pues mantienen el “realismo” de lo sensible como única realidad, muy marxista por cierto, en la vida humana. Los pensamientos e ideas racionalistas están de moda y negar cualquiera puede negar todo, pero la realidad es terca y vuelve una y otra vez a imponer sus derechos.

El cristianismo es la religión donde la idea de Dios se expresa con mayor plenitud. Y su petición de vida, costumbres y acciones, está depurada de acuerdo a la dimensión que Él quiere y tiene. Sus largos años de “maduración” doctrinal, su experiencia en y de lo humano, sus místicos, doctores, pensadores y grandes santos de los pobres, los humildes, los necesitados; los educadores, los constructores de la “cáritas” en todos los ordenes de la vida humana: forman una plataforma inmensa donde resplandece la Verdad de una forma de pensar, sentir y vivir en la dimensión de Dios.

El cristiano, repito, es hombre de fe y ella lo eleva a la dimensión donde “reside” la Divinidad.

La santidad pedida por Dios a cada uno de los cristianos y por ende a los hombres que viven en, por y para la Iglesia, no se realiza aquí plenamente, dada la fragilidad de la condición humana, pero la ayuda (gracia) de Dios nos es dada en cantidad, calidad y cercanía más que suficiente para que todos logremos la dimensión que Él quiere que vivamos. La santidad pedida es la imitación, transformación y unión con Dios mediante la asimilación de la identidad de la manera de ser, de pensar y de actuar de Jesús, hijo de Dios y paradigma de su forma de ser.