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sábado, 11 de noviembre de 2023

00.33 LA SÉPTIMA PALABRA.









LA SÉPTIMA PALABRA


"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu." - Pater in manus tuas commendo spiritum meum (Lucas, 23: 46).
Agotado, exhausto, abatido, dolorido, en trance de morir, da su vida, no se la quitan: ¡la entrega! En su última frase, antes de expirar, pone todo en manos del Padre, hasta Su Espíritu, su esencia de ser. La entrega es total, no queda más que dar. ¿Cómo comprender esto? Habría que ser Él y nadie está en Él, excepto las otras dos personas de la Trinidad que es Dios. La distancia entre Dios y nosotros es infinita y sólo cuando Él quiere se hace presente en nuestro limitado ser. Por eso nos cuesta tanto entender, desvelar el misterio totalmente nos es imposible; pero es que se trata del Ser que hizo todo y su dimensión es infinita; la nuestra es tan limitada como la distancia de nuestra aparición en el mundo y los pocos años que tenemos de “estar” en el ser, cuando reflexionamos sobre esto no somos capaces de entender sino un poco y los que se atreven a asomarse al misterio, quedan siempre en sus inicios; para los demás, son sombras de nuestra imaginación o cosas de FE. Sí: la fe, creer en lo que no vemos y no entendemos, pero aceptada tanto cuanto la persona que emite o nos da el contenido de esa fe nos inspira confianza por sus cualidades probadas de virtud, cualidad tan denostada en nuestra época.
Y cuando dijo esta última frase, dando un grito, entregó su espíritu (Marcos 15, 22-37).
Morir, ¿Quien quiere morir? Solamente aquellos que, por uno u otro motivo, perdieron el deseo de vivir. La vida es un don precioso porque en ella venimos al ser y somos para siempre, ya sea aquí o allá. Vivir es ser y cada uno es ser en sí mismo, sin ninguno otro en mí sino el Espíritu de Dios. Vivir tener conciencia de “yo” y no poder ser otro o en el otro. Por eso Dios quiso morir para que “tengamos vida y la tengamos en abundancia” (Jn 10:10). El misterio, otro más, de porque se Es. Si “yo” no era, ¿por qué ahora soy y tengo conciencia de estar en mí?
Pero la distancia que separa al ser del hombre de SER que ES por sí mismo desde siempre y nos CREÓ a cada uno de la nada, tanto en el espíritu como en el cuerpo, aunque a través de procesos diferentes: es infinita.
Cuando Él muere la dimensión de vida eterna se renueva en nosotros, nos hacemos hijos de Dios, como lo era Él y todas las cosas son asumidas en Él: “Cuando yo sea levantado en lo alto en la tierra, todo lo atraeré a " (Jn 12:32). Así el grito de: “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu” conlleva la asunción de TODO, para volver a poner en su lugar la creación como Dios quiso que fuera, desde un principio, cuando lo hizo todo.
Y el nuevo comienzo no tendrá fin.....

 

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