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jueves, 28 de octubre de 2021

00.13 COMENTARIO AL ECLESIASTÉS CAP. 2






ECLESIASTES 2




Amiga mía, la Biblia narra el recorrido de un pueblo y de sus personas en un tiempo y una época determinadas; la realización, tanto física como espiritual, del pueblo de Israel, en su formación y preparación para recibir  al Cristo en un tiempo y unas condiciones espirituales determinadas. El Eclesiastés narra varias formas de indagación de la dimensión terrena y, su vacío ante la muerte y la desaparición física, es la reflexión humana ante la contingencia y limitación que muchas civilizaciones (hindú, egipcia, griega, mesopotámica) han realizado, dando, como resultado de la búsqueda, una dimensión superior que dé cabal respuesta a las interrogantes planteadas: finitud, felicidad, permanencia, vida y continuo de la persona humana. Nuestra dimensión espiritual se descubre cuando pensamos en todas esas cosas, pues el animal no se preocupa de ellas ya que no tiene espíritu y su preocupación mayor es el instante y sus consecuencias.

El capitulo 2 de este libro, hace hincapié en la “tontería” de trabajar, acumular y retener lo que deberemos dejar aquí para otros y que el tiempo destruye o modifica; y, sobre todo, la inutilidad, aparente, del hacer humano. En realidad es la visión antropomórfica y sólo humana del transcurrir del hombre en la dimensión material. “decidí satisfacer todos mis deseos” (EC 2, 3) ¿Cuáles? evidentemente los materiales; pero también la sabiduría y dice: “Advertí que la sabiduría aventaja a la locura, como la luz a las tinieblas” (EC 2, 13-14) y continua “Pero también sé que la suerte de ambos es la misma” (EC 2, 14-15); ósea que desde el punto de vista de la vida material, la vida es inútil para nosotros, pues, hagamos lo que hagamos, nada nos llena ni es perenne ni nos da la felicidad tan deseada. Y resume: “¿qué le queda al hombre de todo su trabajo y de sus fatigas en este mundo?” (EC 2, 23). Luego concluye: “No hay mayor felicidad para el hombre que comer, beber y pasarlo bien gracias a su trabajo. Pues me doy cuenta que esto fue ordenado por Dios” (EC 2, 24-25) y la inevitable referencia moral: “En cambio, al pecador le impone la carga de acumular, para dárselo posteriormente a quien agrada a Dios” (EC 2, 26)

Ahora bien, lo dicho es producto de una mente y de una época, se le ha atribuido a Salomón, pero no hay constancia de ello; lo que si importa es saber que la inmortalidad del alma humana sólo se plantea de manera explicita en el libro de los Macabeos (muy posterior al eclesiastés) y así cobra otro sentido la dimensión del trabajo y la actividad humana sobre la tierra.

La labor de cada uno es esencial, pues somos piedras de un edificio inmenso que se hace cada día y a cada instante, tanto para los demás como para sí mismo en su parte física y principalmente en la espiritual. Para los otros: la herencia del saber hacer y de las leyes, pensamientos y definiciones que han enriquecido y hecho crecer a la humanidad, aun cuando el mal ronda y obtiene beneficios en ello; pero sabemos que es en vano su lucha pues al final nada quedará de lo hecho mal. Para nosotros mismos: tanto cuanto nuestro ser se enriquece y crece o disminuye de acuerdo a nuestras obras, buenas o malas y sobre todo que el “vaso” de nuestra alma se amplía y crece o disminuye y se destruye, en las acciones de cada instante. Somos seres de “presentes” donde el acto o la volición hecha en cada segundo, permanece en nosotros inmutable para siempre, pues al pasar al siguiente segundo ya es incorporado en nuestro ser afectivo y real, la decisión, el acto o el pensamiento, voluntariamente aceptado. Somos seres que sólo tienen el segundo que pasa, pues el pasado ya fue y el futuro aún no está; en esos instantes, millones de seres humanos y no humanos, “marcan” con su acto de voluntad, la inmensa e incontable “opera” de su destino y el de los otros. La comedia humana, es la representación de toda una serie acumulativa de pensamientos, actos, odios, amor, lucha, destrucción y construcción que perdura en el tiempo y las sociedades, haciendo la vida humana diferente, rica y exclusiva en el planeta que gira solitario alrededor de su estrella. Y al final, cuando la tierra requiera sus cenizas, el espíritu de los aquellos que supieron enriquecer su camino en y por los senderos del Dios uno, trino, omnipotente, omnisciente, eterno y omnipresente, recibirán el premio y la corona reservada a los justos por y para toda la eternidad. Y para aquellos que no quisieron enriquecer su ser voluntariamente, serán excluidos de toda participación en el Reino de Amor, Verdad y Justicia eternamente.


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